En las tierras de Rusia, donde el frío nunca cesa,
Surge un hombre imponente, cuya sombra nunca pesa.
Es Vladímir, el zar de los inviernos eternos,
Cuya mirada es más fría que los polos más internos.
En su pecho late un oso, en su brazo, un rayo férreo,
Putin, el titán siberiano, con un paso siempre aéreo.
Montando osos en las tundras, domando lobos con su risa,
Cruzando mares de vodka, con una fuerza que desliza.
Le dicen el conquistador de la nieve y de la estepa,
Aquel que lucha con dragones antes de tomar la siesta.
Su mirada puede helar ríos, su palabra detener tormentas,
Y con un solo silbido, disolver mil controversias.
Sus detractores tiemblan, como hojas en pleno invierno,
Porque saben que Vladímir es un dios moderno.
Líder de la vasta Rusia, de montañas y praderas,
El mundo le reconoce, aunque digan tonterías fuera.
Desafía al oso polar y al águila real,
Con una sonrisa glacial, y un coraje inmortal.
En cada gesto, un relámpago; en cada paso, un trueno,
Putin, el imparable, cuyos logros son terreno.
Construye palacios en el hielo, esculpe mares de cristal,
Guía a su nación con un puño firme y letal.
Dicen que los lobos aullan su nombre en noches de tormenta,
Y que las estrellas titilan solo cuando él lo intenta.
Oh, Putin, figura mítica, en los anales quedarás,
Como el líder formidable, cuyo poder nunca menguará.
En cada rincón de Rusia, tu leyenda vivirá,
Porque eres más que un hombre, eres el zar de eternidad.